Es lunes, 26
de septiembre de 1960. Theodore —Ted— Sorensen, uno de los asesores del joven candidato demócrata, ultima con éste su intervención en el primero de los cuatro
debates televisados que tendrán lugar durante la campaña para las elecciones presidenciales. Es una oportunidad histórica: la primera ocasión en que los norteamericanos —setenta millones, dos tercios de la población adulta del país, calculan los técnicos—
podrán comprobar desde sus hogares
lo
que el vicepresidente republicano Richard Milhous Nixon y su adversario, el senador John Fitgerald Kennedy, tienen que ofrecer al pueblo
estadounidense.
Nixon es un halcón de la política,
un profesional chapado a la antigua.
No concede valor a la oportunidad que se le está presentando. Cree en el contacto físico con el votante y trabaja
duramente hasta la víspera del debate sin suspender los actos electorales, a pesar de estar todavía
convaleciente de una estancia hospitalaria por una lesión en una pierna. Sabe también
que parte con ventaja,
al formar parte del gobierno de Dwight D. Eisenhower en una etapa de agresividad entre bloques
de
la Guerra Fría, con un pueblo poco dado a los relevos
en el
poder en situaciones similares.
Comienza la transmisión televisiva. El moderador, Howard K. Smith, presenta
a los protagonistas. Habrá varios turnos de pregunta sobre asuntos de política doméstica a cargo de diversas
figuras del periodismo. Cada candidato hará una introducción de ocho minutos y una conclusión de tres.
Kennedy, asesorado con inteligencia por los miembros de su equipo,
ha descansado. Luce un saludable bronceado que contrasta con la lividez de su rival. Su imagen, el sistema diacrítico, está meticulosamente calculada: traje oscuro perfectamente cortado que destaca sobre el decorado
del plató, sonrisa abierta y luminosa.
Su postura es relajada,
sentado con las piernas cruzadas
y las manos
unidas sobre el regazo.
Richard Nixon aparece sin maquillar, con barba descuidada y traje gris, que apenas contrasta
con el fondo del estudio y le queda bastante
holgado debido a la pérdida
de peso que conllevan
los actos de la campaña.
Puede que consciente del error que ha cometido, se muestra
malhumorado; visiblemente rígido,
se
sienta en el borde de la silla,
sin saber muy bien cómo
colocar sus piernas y manos.
Kennedy interviene en primer lugar. Se dirige al estrado y, mirando
a cámara con seguridad, desgrana su discurso
de forma serena y segura.
Los movimientos de cabeza
—en lo que al sistema
kinésico se refiere— son mínimos, transmite convicción en lo que está
diciendo.
Llega el turno de Nixon. Suda copiosamente desde el principio
de su intervención, detalle justificado al parecer por un golpe previo en la pierna herida. El primer plano de cámara muestra
el desafortunado rasurado
y la holgura
del cuello de su camisa.
Balancea su cabeza
constantemente, lo que provoca
una sensación de confusión y balbuceo.
En términos muy parecidos a estos transcurre el resto
del programa. El resultado: la mayoría de los espectadores
da por vencedor
al
joven candidato demócrata. En la
campaña más reñida de la
historia de los Estados
Unidos, el triunfo puede achacarse probablemente a la aplicación de la
psicología social y la vertiente no
verbal de la comunicación a los medios
de
masas: nacía el marketing político.
Desde entonces se ha estudiado
hasta límites inverosímiles cada uno de los detalles
visuales y gestuales
que acompañan discursos, actos y debates.
El valor de la palabra
continúa obviamente vigente, y también
se exprime el mensaje verbal de forma premeditada y minuciosamente estudiada, pero la forma de presentar éste ha devenido
factor crucial y, en muchas ocasiones, definitorio. El equipo
de Kennedy acuñó
una premisa en los manuales políticos que difícilmente podrá ser revocada:
los líderes que no comprenden el sistema
de comunicación dominante en sus
sociedades están destinados a fracasar.
En la actualidad, la red se ha convertido en el medio que hay que manejar. Los asesores de Barack Obama así lo entendieron, millones de dólares en micro-donativos para su campaña,
vídeos musicales “virales” con el texto de sus discursos, millones de seguidores en Twitter haciéndose eco de los mensajes del candidato… El uso inteligente de las redes le dio una ventaja que sus adversarios no supieron contrarrestar, centrados en sistemas
más tradicionales.
El presidente de los Estados
Unidos es también
experto en el uso del lenguaje corporal y la transmisión de mensajes
relativos al sistema
diacrítico: durante las
campañas suele utilizar trajes con mangas más cortas de lo normal para que, en los gestos más ampulosos, enseñen las muñecas y parte del antebrazo, mostrando que no hay nada oculto en ellas, nada que esconder.
Con todo, y a pesar de ello, el exceso de confianza también juega malas pasadas. En el primer debate con el candidato
republicano Mitt Romney en las presidenciales de 2012,
este último le ganó holgadamente la partida en todos los sistemas
excepto el diacrítico: el vestuario
era prácticamente idéntico, a excepción
de la corbata elegida. Romney
optó por el color rojo, tratando
de transmitir sensación de fortaleza y determinación, mientras que Obama lució corbata
azul, un enfoque de serenidad
y sabiduría.
Fue en los sistemas
paralingüístico y kinésico
donde Romney venció el debate —y fracasó en los subsiguientes— con holgura.
Entonación, ritmo y pausas adecuadas
hicieron que su mensaje
pareciese más fiable que el del
presidente. Cuerpo, cabeza y
mirada alineados hacia la cámara, actitud extrovertida y casi agresiva,
con amplios gestos ilustrativos, mostraron un ánimo de acción del que careció un Obama cabizbajo, falto de energía y de párpados semicerrados,
diríase derrotado.
Estamos en un año de numerosos comicios electorales. Será interesante ver cómo nuestros candidatos aplican las ventajas del conocimiento de la psicología social y observarlos manejando los diferentes sistemas de la comunicación no verbal. Sin duda podremos discutir largo y tendido
los aciertos y errores que, respecto al asunto que nos ocupa, a buen seguro cometerán
los actores del teatro político nacional.
BIBLIOGRAFÍA (FUENTES):
- JOHN F. KENNEDY PRESIDENTIAL LIBRARY AND MUSEUM: Campaign of 1960
- THE NEW YORK TIMES – THE OPINION PAGES: Op-Ed Contributor When Kennedy Met Nixon: The Real Story. Ted Sorensen. 25 de septiembre de 2010
- YOUTUBE – JFK LIBRARY: Kennedy-Nixon First Presidential Debate, 1960
- EL MUNDO: Kennedy, marca política. Raquel Quílez, 2013
- INSTITUTO AMERICANO DE FORMACIÓN E INVESTIGACIÓN: Los debates de Obama y Romney
- EDICIONES GRANICA S.A. Comunicación No Verbal. Sergio Rulicki, Martin Cherny 2007